
– No.
– ¿Nada de nada? ¿Ni siquiera una pestaña metida en un sobre?
– Nada…
– Pues yo, cuando esté enamorada de un chico, le enviaré una pestaña por correo. Es una prueba de amor, ¿sabes?, porque las pestañas no vuelven a crecer. Nacemos con un capital que no hay que dilapidar… “